"Me quedan muchas
novelas de Galdós por leer. No he leído todo Dostoievski. Me faltan páginas y
páginas de Dickens. Me voy olvidando de las tragedias de Shakespeare que leí
cuando tenía 20 años. Me olvido de lo que leí y me acuerdo de los lomos apenas
entrevistos de los libros que nunca leeré. No hay melancolía en esto. Hay
fascinación. Puedo inventarme el placer moral y el deslumbramiento que me
causarían esos libros extraordinarios que no conoceré, porque mi vida es
mortal. No podré releer a Kafka ya nunca más, porque si lo releo me quedará sin
leer las últimas novelas de Álvaro Enrigue o de Rosella Pastorino o de Carlos
Zanón, que están ahora frente a mí, en mi mesa, y me piden que las lea y yo
quiero hacerlo. Moriré sin conocer la gran literatura rusa de la Edad Media.
Porque nunca aprenderé ruso. Me moriré sin saber cómo sonaban hace dos mil
quinientos años los versos de Homero. Me moriré sin saber qué pensaban de la
muerte miles y miles de personajes de novelas que hablan de la muerte y que yo
no tendré tiempo de leer porque la muerte me lo impedirá".
-Manuel Vilas en EL
PAÍS
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