"El ministro de Educación y Cultura que se declara novio de la muerte con tanta convicción es responsable del mayor desguace cultural y educativo de un país al que las castas dirigentes bendecidas por eclesiásticos y defendidas a mano armada por los militares mantuvieron durante siglos en una ignorancia tan infame como la pobreza. Mientras el ministro canta su pasodoble festivo y mortuorio, la investigación científica se hunde ante la indiferencia general y el sistema público de enseñanza cada vez puede cumplir menos su tarea ilustradora e igualitaria. Hay desolaciones españolas que no se curan nunca: melancolías civiles que atraviesan intactas las generaciones. La pesadilla de Juan Ramón Jiménez de hace un siglo conserva intacta su realidad, y su pavor: una misa de campaña en una plaza de toros.
Todo vuelve porque
nunca se ha ido. Vuelve la religión ostentosa y milagrera de la Contrarreforma
católica, la de las exhibiciones públicas de ortodoxia que fueron obligatorias
durante el franquismo. Vuelve porque nunca se fue la mescolanza de lo político
y de lo eclesiástico, la ocupación irrespetuosa de los espacios públicos, la
afirmación jactanciosa de una sola tradición por encima de todas las otras: el
espectáculo católico como maciza identidad, unas veces española y otras veces
andaluza, o castellana, o de donde sea. El ministro de Justicia y el de
Educación y Cultura se persignan ante el Cristo legionario y alzan sus voces
para cantar con desmayado entusiasmo “Soy el novio de la muerte”.
-Antonio Muñoz Molina
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