Idolatrada
y fugaz esposa: quiero hacer patente mi agradecimiento a la Vida por haber
podido besar tu experimentada boca, habitar tu cuerpo mestizo y paladear
todas las galaxias perfumadas de tu piel, mientras gozaba del intenso y breve
aletear de tu morboso deseo.
Puedo comprender que encontrases un refugio a edad muy
temprana en el estímulo porfiado de la insaciable perlita rosada, pero tomar la
entrepierna y sus laberintos como eje de la vida tiene, la mayoría de las veces,
un incómodo coste. De hecho, imposturas, miedos y silencios propiciaron el desahucio que
me llevó desde el cobijo de tu tronado corazón, a la intemperie de la libertad.
Ay, resabiado tulipán, mucho me temo que has sido
el último regalo con tu soberbio tipo que recibiré ya de la vida. A toro pasado,
doy por buenos los demoledores meses posteriores de duelo solitario tras desenmascararte. Finalmente, la llaga producida por la dura enseñanza ha quedado
cerrada, cicatrizada y con tu nombre inscrito para siempre en el manantial
oculto de mis inagotables e indefensos impulsos afectivos.
Entre las cenizas, tibias todavía, de tantos
recuerdos, quedan restos de preocupación: puede que al haber oído “te adoro”
tantas veces de mi boca, tus oídos muestren cierto desasosiego matinal. O puede
que tu piel -sal de los mares del norte, fragancias de musgo gallego con añejos
aromas de lujuria- haya perdido alguno de sus sabrosos matices después de los
dóciles diluvios de besos y caricias con los que, reiteradamente, cubría yo tu amado
cuerpo.
Hay quien llama amor a este delicioso y alucinado arco iris entre dos
almas, y deslealtad a la carcoma que lo roe y lo destruye.
Adiós remota ilusión. Ojalá pudiera terminar
diciendo que ya no quema tu memoria.
- S.P.
(En la foto el bobo estepario en su celda)
------------------------------------------------------
No hay comentarios:
Publicar un comentario