Por
la trayectoria que lleva hasta ahora, parece ya indudable que Messi es el
quinto Genio Supremo de la historia del fútbol junto a Di Stéfano, Pelé, Cruyff
y Maradona. Es un futbolista capaz de cumplir todas las amenazas, de esos que
provocan pavor nada más coger el balón, pues aunque lo hagan a gran distancia de la
portería contraria los defensores dudan, no se atreven, se lo quedan mirando
boquiabiertos y aterrorizados y se rinden ante lo inevitable.
A
mí no me cabría duda de que Messi es no sólo el quinto Genio Supremo, sino de
que probablemente sea el mejor de los cinco, aunque aún no sabemos si su
carrera será lo bastante larga y sin altibajos, dada su juventud.
En
las artes más manuales o en las matemáticas se han dado numerosos casos de
superdotados (pintores, escultores, músicos) que sin embargo eran un tanto
simples como individuos. Ha sucedido también con poetas -a menudo- y hasta con
algún novelista sobresaliente: cuando hablan, o se explican, o escriben
artículos, resultan decepcionantes, su inteligencia no parece corresponderse
con su talento o don. Uno está seguro de que esa sensación, en cambio, no se habría
producido con los más grandes, con Dante, Cervantes, Shakespeare, Proust o
Eliot. Ya sé que un futbolista no es un artista. Ni siquiera tiene por qué
hablar. Pero, llegados al nivel de genialidad, para que la figura sea completa
y suprema hace falta que se perciba en ella una mínima complejidad, una
inteligencia no estrictamente futbolística, o al menos una personalidad
levemente enigmática, como la de Zidane. No sé Pelé, pero Di Stéfano y Cruyff
dejaban traslucir esa complejidad. Maradona no, pero parecía atormentado, y por
tanto encerraba algo de misterio y desprendía humanidad. Es lo que le falta a
Messi, en el que no hay rastro de drama y sí algo robótico, tanto en las
maravillas que realiza en el campo como en su personalidad. Le sobra planicie,
le faltan pliegues y rugosidad. No cabe sino rendirle pleitesía sobre el
césped, pero un Genio Supremo nunca lo será enteramente si además no provoca lo
que los ingleses llaman “awe”, una mezcla de admiración y espanto, asombro, reverencia y fascinación. Messi inspira las cuatro primeras cosas, pero, ay, la
quinta no.
-JAVIER
MARÍAS
(Dedicado a S. Ramos)
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