Hay
momentos de una poesía sublime, y de indecible tristeza en Corfú; otros jocosos.
Como cuando al mostrársele a un viejo campesino el cuatro de baño del conde –con
sus elementos tan insólitos en la isla, carente de retretes- el hombre se persigna
y dice: “Ruego a Dios, mi Señor, que nunca lo necesite”. O cuando un pastor, al
interrogársele por la costumbre local de tener una oveja favorita, a la que se
engalana, responde: “Desde cualquier punto de vista son superiores a nuestras
esposas. Pero sobre todo no hablan”.
-Jacinto
Antón comentando la obra de Lawrence Durrell
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