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Esperé en la puerta de tu intimidad, sentado dócilmente como un perrillo, hasta que me silbaste tu consentimiento. El globo juguetón y viajero de tu deseo se había posado en mí y lo único que podía hacer antes de tu próximo vuelo era besarte. Besarte con el frenesí del adicto, con la generosidad del enamorado y la devoción del creyente. Unos dos metros cuadrados mal medidos de piel para, beso a beso, volcar a través de ella en el rincón del corazón que me hayas asignado, la geometría ardiente y translúcida de mi amor.
-S.P.
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1 comentario:
mucho gusto!
Sharpie
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