viernes, 17 de junio de 2011

DE MONSTRUOS


Cuando paseo por el campo hay en el recorrido una casa de donde salen tres chuchos mestizos a ladrarnos a Tillo y a mí. Mi perro intentó hace tiempo confraternizar con ellos pero salió escaldado. Yo intenté sobornarlos con trocitos de pan, pero ellos tras comérselos nos ladraban con más fuerza si cabe. Ahora, con el perro atado a mi lado, pasamos como si no fueran con nosotros los desesperados ladridos.
Hace unos días, sentí que el más joven de los tres se acercaba más de la cuenta con su estridente concierto. Incluso Tillo miraba hacia atrás inquieto. Me agaché e hice el gesto de tomar una piedra del suelo sin mirarlo. Pude oír claramente como decrecían sus ladridos hasta desaparecer antes de emprender la huida.
Me pregunto en qué profundidad de su ADN estará ese reflejo de huir de las piedras que le arroja el hombre. Cuantos miles de años de duro aprendizaje para grabar en su metamemoria que las piedras lanzadas por el animal humano pueden traer la muerte o el dolor.

Probablemente los hijos de los hijos de mis hijos no sabrán por qué odian tanto a los banqueros, los políticos y las abogadas. Tres gremios que debieran catalogarse entre las alimañas más dañinas para sus semejantes y a las que aborrezco con más intensidad.



-S.P.





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