miércoles, 11 de noviembre de 2009
PELIGROSAS AVENTURAS
Dos recias encinas dejan subir al carril hacia el lado sur del Torcal sobre sus poderosas raíces. Mi perro y yo, a veces, llegamos en nuestros paseos nocturnos a la altura del camino donde se asientan plácidas. Hace poco, me acerqué al atardecer mientras bombardeaba con oxígeno de primera a mis neuras cuando sentí la sutilísima alteración energética. Tengo algunos conocimientos sobre captación y conducción de energía según las artes internas chinas y, posiblemente por el entrenamiento continuado o por la fuerza de mi imaginación, siento que estoy entrando en un entorno cargado del Qi saludable de los grandes árboles. Entonces me paro un ratito a hacerles compañía y les dedico desde mi corazón un impulso de amor y agradecimiento por su inmortal enseñanza:
“NO HACER NADA PARA QUE TODO SE HAGA”
Parecen decir al estilo de las máximas taoistas. En esta ocasión y después de meditar bajo su amparo, me dispongo con calma a emprender la vuelta a casa. A mi espalda, apenas alejado unos metros, un discreto ruido llama mi atención; una bellotita acaba de caer al suelo. Vuelvo a recoger el pequeño presente con la humildad adecuada mientras mi corazón rebosa agradecimiento y felicidad. Me marcho sonriendo.
-S.P.
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4 comentarios:
Eso sí es una aventura emocionante.
¿Cómo lo viviría el perro?
Besos Jardinero.
Gracias por llevarnos hasta esas encinas y por tan oxigenante texto.
Es tan tierno el detalle de la bellotita…
También a mí me ha sido inevitable sonreír ;)
Hace poco tiempo, como en el libreto de Mozart, sentí que me hablaban mis antepasados desde el viento susurrante en una encina.
Anoche di en visitar su jardín . Me impactó cuando leí su experiencia paralela o concordante con las encinas.
Amarse a uno mismo a través del camino de las encinas, un acierto de madurez poética y vital.
Le mando ese punto de luz en sombra que levanta una bellota al entrar en contacto con la tierra, con el suelo. Y unos versos, al final.
Y la mirada sorprendida de un chivito que veía pasar al Portillo camino de la Costa, escondido entre unas matas de aulagas, a mitad del camino de las curvas.
Salud para usted y los suyos.
Y un saludo muy canino para su compañero de paseos, en una de las cuyas fotos me recordaba al décimo tercer patriarca de la dinastía Zen-Huá.
Soledades encantadas
El periostio, el musgo, la tormenta
La vida arbórea de los muertos
El camino del silencio
Los abrazos desmayados.
Salvador Ramos.
¿Dónde puse los fuegos artificiales? A fe que la ocasión los merece. Gracias desde el corazón queridos guías.
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