Estoy seguro de que si Diógenes y su farol se
hubieran topado conmigo en la noche oscura, e incluso a plena luz, le habría
bastado con una desdeñosa mirada para saber que debía continuar su cínico
camino en busca de ese milagro llamado un hombre honesto. Igualmente, deduciría
que pertenecía a la raza de los pringados, que si no estaba corrompido no era
por falta de ganas sino de oportunidades, ya que jamás había dispuesto de poder
y la impunidad que proporciona, ni había tenido acceso a la caja pública, ni poseía
nada sólido que mereciera ser comprado por el gansterismo institucionalizado o
el presuntamente fuera de la ley.
-Carlos Boyero en EL PAÍS
(el resto del sabrosísimo artículo aquí )
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