Recortada su silueta contra un círculo de
oscura sombra, RuRú se alza como un
zigurat de honda ternura.
Torre de luz y de silencio, en un espacio
impoluto.
Mirando hacia alguna cercana lejanía, hela
ahí, junto a una estrella con árbol, un plato-fuente, un estuche… objetos todos
sencillos, cotidianos, sin mayores arcanos ni veleidades.
Y es que desde la sencillez y la humildad,
sin más aspavientos, Ru-Rú nos acerca a cierta parte misteriosa de lo
cotidiano.
Ru-Rú o el lenguaje secreto de las cosas.
Ru-Rú o ese fulgor que viene de su luz de adentro.
Tal vez por eso, luego de haber catado su
espacio interior, al volver al mundo, no somos los mismos. Algo ha pasado; nos
ha pasado algo que nos conmovió; algo nos ha tocado; algo que no nos deja
iguales que antes de ver la foto.
Concluyendo,
digamos que Isabel Palomo ha sabido detener el tiempo justo en ese instante en
que Ru-Rú avizoraba la ciudad de Ur, absorta y perdida entre lo que ve; lo que
imagina; lo que sueña.
Su foto es de una belleza adusta, discreta y
delicada. No exenta de una atmósfera que tiene algo de inquietante...
-Brillante análisis del poliédrico artista Ralmazuj en su blog
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