"En la obra del pintor Rops, esta imagen de la tentación del eremita va más
allá de la mera evocación física del cuerpo de la mujer, como hacían sus contemporáneos,
al sustituir el cuerpo de Cristo en la cruz por el cuerpo de una mujer que se
ofrece al sexo: es la imagen que se rechaza y, pese a todo, retorna, como una acuciante
realidad torturadora, pero también es una imagen sadomasoquista del placer.
La vieja idea bíblica, asumida como propia por todos los decadentes
finiseculares de que el hombre es poseído por la mujer, y esta por el demonio,
ha quitado paradójicamente protagonismo a éste, que, al fin y al cabo, es el único
culpable del mal que causa. El hecho de que Satán utilice a la mujer, en virtud
del poder del que esta dispone para despertar los instintos masculinos,
debiera ser considerado, en todo caso, como una cuestión secundaria.
Sin embargo se ha producido un deslizamiento desde la
significación original de la perversión satánica. Ya no es que el demonio
utilice a la mujer, sino que la mujer es el demonio.
Por otra parte es bien sabido que, a finales del siglo
XIX, se produce una crisis en la identidad del varón en la medida que se
resienten los signos externos de un dominio sobre la mujer, tradicionalmente
asociado a la virilidad. El hombre es ya un pelele en manos de un nuevo ser que
ya no se percibe como débil. La puesta en duda de los viejos papeles invita a
preguntarse constantemente dónde se encuentra el hombre que esa nueva mujer
necesita o busca. A mujeres tan poderosas les corresponde, en realidad, un
superhombre. Satán sería el nuevo macho, el que es capaz de proporcionar un
placer inmenso e inagotable a la lujuria de la hembra".
-Carlos Reyero (resumido)
(En la imagen "La tentación de San Antonio" de Félicien Rops)
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