lunes, 24 de febrero de 2014

FÉRTILES MILAGROS


En 1934, cuando a la sazón contaba 73 años, el escultor francés Aristide Maillol (1852-1944) conoció a una bella adolescente de 15 años Dina Vierny, la cual no solo fue su modelo y confidente durante la última década de su vida, sino la que logró librarle del deprimido ostracismo en el que el artista había caído.
¿Cómo ni tan siquiera sólo explicar, no digo ya representar, ese misterio del encuentro de esos dos bordes extremos de la vida, el de la adolescencia y el de la ancianidad encerrados en el espacio secreto del taller, donde se gesta esa criatura que es una obra de arte? Hablando en primera persona sobre su propia experiencia como modelo, Dina Vierny comentó con sagacidad lo que ella, su cuerpo y su alma había significado para Maillol: “Él quería hacer una casa en la que se entra. Para él el cuerpo femenino era una catedral o un templo”. ¡Exacto! Esta abertura por la que se accede a lo más profundo de la vida es la senda exploradora del arte, en la que un destartalado taller, donde dialogan sin palabras una hermosa joven con un anciano maestro que se despide de la vida, refulge con el brillo de mil luces hasta convertirse en el hogar del universo.



-F. Calvo Serraller






(En la foto Maillol y su ángel Dina Vierny) 

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