miércoles, 9 de marzo de 2011

DIARIO DE TILLO


Era un día invernal, gris y desapacible de los que le gustan a mi dueño. Este paseo que voy a contar se me empezó a atravesar cuando a la altura de la piedra que está junto a los árboles grandes me vino un olor raro, lejanísimo pero inquietante. Era igual que el mío pero sucio, sucio. Como el de esas alimañas que no he visto nunca pero cuyo rastro a veces he encontrado en las veredas más inaccesibles de la sierra y de las que mi instinto me dice que huya. Mi amo pareció no oler nada porque seguía subiendo la cuesta con las manos a la espalda y la cabeza agachada, como siempre. Comenzaba a caer la tarde y él seguía andando sin reparar en el olor de advertencia de las fieras con su habitual cara de pocos amigos. Cuando venía a verlo una mujer pelirroja deliciosamente olorosa no estaba siempre así de serio, pero ya hace mucho tiempo que ella no viene.
Yo quería dar la vuelta porque no me fiaba de lo que podíamos encontrarnos, pero a la altura de la encina grande por encima de la casa donde vive mi amigo el perrito inglés me vuelve el olor mucho más concentrado. Lo que quiera que fuese estaba cerca, y el amo no se enteraba. Entonces los vimos. Desde lo alto de la cuesta nos miraban dos perracos enormes y sucios que debían estar buscando restos de comida de la que dejan los aceituneros y nos miraban como si fuésemos a quitarles esas porquerías, pero que están ricas, ricas.
El amo se quedó quieto y empezó a trastear su bolsillo derecho que es donde lleva mi correa y me llamó a su lado sin dejar de mirar a los dos bichos. Me puso la cuerdecilla alrededor del cuello, no sé si para controlarme o para evitar que huyera, y agarró su bastón como para empezar a repartir leña en el acto. Ninguno cedía y los cuatro nos mirábamos desafiantes, entonces mi amo cambió lentamente el garrote de mano y tomó una piedra mucho más grande que las que me tira cuando no me porto bien.
Y allí estábamos los cuatro. Yo atado a su mano izquierda mirando a los dos perros e intentando saber por el olor si había más animales cerca, y el gruñón del amo murmurando: “hijos de...” algo que no pude oír bien, puso su pie derecho más atrás para atinar mejor con la piedra si llegaban a venirse los perruchos hacia nosotros. Yo pienso que si llegaba el caso con la piedra quería dañar al primero que se acercara y con su palo y mis dientes defendernos del segundo.
Afortunadamente el mestizo más claro salió corriendo rodeándonos para huir y el otro, el que olía más sucio, siguió al poco tiempo a su compañero pero con un trote lento y desafiante. La partida había quedado igualada.
Ese momento del enfrentamiento en medio de la naturaleza del hombre y su perro contra las bestias montunas me hizo oír antiguas voces dentro de mí. Quizá algún antepasado mío se vio en una de estas y dejó el mensaje en mi sangre sobre cómo había que reaccionar: mi obligación era aguantar lo que viniera cerca de mi dueño y prepararme para dejarme allí la vida si hacía falta para defenderlo.

Aunque es muy borde algunas veces, decididamente quiero mucho, mucho, al gigantón gruñón con el que vivo estas aventuras y que me da casa y comida.



-S.P. & T.




---------------------

5 comentarios:

Anónimo dijo...

A vuelapluma.
Primero. Loa chuchos vagabundos, agresivos. Anoto:probables razones de necesidad, de supervivencia,
carroñean porque no tienen otra cosa mejor que comer. Estamos en epoca de crisis,
de carestía. ¿De quien es la carroña de los campos? -se dirían-.
Segundo. La piedra y el bastón: dos elementos cruciales en la retórica persuasiva desde las mas antiguas escrituras.
Abundo en lo pimero. Son chuchos a los que las condiciones de supervivencia los vuelve
desconfiados, amenazantes, atrincherados en su errante soledad, sedientos y hambreados.
Terceri. Para ellos, ademas, había la presencia de otro can,
Cuarto. Recursos narrativos. Primero nos fijas a tu relato compartiendo tu inquietud y luego nos conmueves con esa referencia a los antepasados.
Estrechas los lindes que te unen con tu perro -hasta habla tu idioma-. La otra dupla trata de defender sus intereses.
De otro lado, Tillo se convierte en el narrador-observador que nos transmite los argumentos de su amo no solo como elementos disuasorios en defensa de su integridad de ambos, sino que de paso nos deja una cuestion en el aire: la eterna dialectica entre la
libertad y el respeto.
Enhorauena.
Simon.

Anónimo dijo...

Tu y tu Tillo supisteis quedaros guardando la distancia que pedia el griego, ni demasiado cerca del
fuego-perracos-para np quemarse, ni demasiado lejos para no destemplarse...
DE ALCA PARA ALLA

Amapola dijo...

Tillo ojalá pueda ir pronto para que tu amo no esté tan serio.
Besos para tu amo y una palmadita en la cabeza para ti.

El jardinero dijo...

Amapola queridísima, perderte a ti sería una catástrofe emocional considerable pero en esta ocasión me refiero a la otra pelirroja que conociste brevísimamente.

Tu comentario, y por tanto en alguna forma tu presencia en el Jardín, lo agregaré a los elementos buenos que han hecho del día de hoy un magnífico día.

Echo de menos tu reconfortante chakra Anahata.

Amapola dijo...

Jo que patón, jajajaja.
Lo siento, es lo que tiene creerse el centro del universo, jajajaja, es broma,eh?
Un abrazo