PERRO DIARIO

Me llamo Tillo. Me dice mi amo que soy el perro más cateto que haya visto jamás Andrómeda desde su trono celeste. No sé muy bien que significa eso. Supongo que es otra de sus raras muestras de cariño. Para él tratarme bien es darnos un tute enorme campo a través huyendo de personas, coches y, lo que es peor, de colegas míos a los que me gusta saludar. Yo me acerco a todos los perros que veo para conocerlos y saludarlos haciendo muy rápido el parabrisas con mi rabo para caerles bien a todos y que me quieran. A veces escucho a mi amo decir que soy igual de iluso que él. En mi año y medio de vida nunca me ha visto gruñir de entrada a ningún y menos a ninguna colega. Sinceramente las perritas son la sal de la vida. Son tan delicadas y tan bonitas. Aunque parece que tengo algo que no les gusta. Mis hermanastras no me quieren ni en pintura (no sé por qué) y las demás tampoco. Pero hay una perrita mestiza blanca y negra que cuando me la encuentro quiere jugar conmigo. Corremos mucho en la plazuela porque le ladro mientras la persigo haciéndome el enfadado, pero la verdad es que la quiero mucho porque no me gruñe ni me muerde como las demás. Cuando estamos cansados de perseguirnos le quiero mostrar mi agradecimiento haciéndole el amor, pero hay algo que me falla y no puedo. Quizás eso tenga que ver con un sitio adonde me llevó mi amo y en el que una mujer joven me hizo un poco de daño entre mis patas traseras y me quitó algo de ahí. Desde entonces nada es igual. Pero aunque eso falle no dejo de deleitarme con los olores de las perras. A veces, vamos por un camino a buen paso y parece como si hubiese chocado con una pared invisible. El aroma de la orina de hembra me sacude entero, acerco mi hocico todo lo que puedo y aunque tengo los ojos abiertos estoy soñando con el dulce manantial del que procede. Mi amo se para también, me mira, y extrañamente respeta mi momento de deleite. Si no fuera por lo animal que es diría que me comprende.




-S.P. & T.




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