“Ah, poder ayudarlas, estar a su lado cuando
absortas en la llamada del amor sus corazones son como cestos repletos de
monedas olvidados en el camino, sus pensamientos como ropa tendida en la
hierba. ¡Ah, ser el que se aprovecha, el que las acompaña en esos instantes de
inconsciente abandono! Alcanzar la alta cintura bajo la falda, ir dejando al
descubierto la adormidera del vientre, las laderas plácidas de los muslos, el
vertiginoso descenso de la tibia, la dulce protuberancia del tobillo. Hacerlo
como el que lleva de paseo a una niña, como el que va disponiendo sobre la mesa
la más delicada de las cenas, como el que limpia hasta lograr la absoluta
trasparencia el humo que empaña un cristal”.
-G. Martín Garzo /“El amigo de las mujeres”
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