Parece no haber otra opción. A los grandes profesionales
de la bicicleta, de poderoso corazón y formidable voluntad, les molestan todos
los gramos que les impidan ser reconocidos por los dioses como los mejores.
Y pienso esto al ver en las pantallas de televisión
los maravillosos lugares por donde hacen transcurrir las carreras y a la
(sucia) serpiente multicolor eyectando detritus de plástico por doquier. Pueden
llevarlos consigo hasta los puntos de reavituallamiento, abandonándolos allí al
recoger los nuevos. Pero no. El insoportable peso del bidoncillo usado les
estorba para darlo todo por la deslumbrante gloria y la victoria.
De ahí la sugerencia: Quizá totalmente desnudos y
sin un miligramo extra sobre sus evolucionadas máquinas, estos competidores podrán
conseguir que los huracanes sientan envidia del poder de sus piernas, y lleguen
a ser coronados en un podio erigido con centenares de los bidones vacíos
abandonados en tristes carreteras de sucio arcén.
-S.P.
(En la foto Chris Froome)
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