"Las metáforas reveladoras son universales. El agua
que fluye es uno de los símbolos centrales del taoísmo: el impulso que
encuentra su camino, no en virtud de un rígido esfuerzo consciente, sino de una
naturalidad variada y flexible que se adapta a cualquier incidencia, que
aprovecha los regalos azarosos de lo que ya existe. El discurrir del agua
equivale a la fluidez de los gestos corporales en los ejercicios de taichí, y
al movimiento de la mano y del brazo del artista japonés que traza con la
brocha empapada en tinta un garabato en apariencia casual que puede ser al
mismo tiempo el contorno de una montaña o un verso de un poema. El fluir guía
la mano y al mismo tiempo se deja gobernar parcialmente por ella.
La cultura occidental está hecha de estrictas
divisiones binarias: lo espiritual y lo físico, lo premeditado y lo espontáneo,
el trabajo y el juego. Pero el yoga, la meditación, el taichí, el tiro con arco
(kyudo) son a la vez ejercicio físico y proceso espiritual, alerta y reposo,
libertad máxima y disciplina impecable".
-Antonio Muñoz Molina en Babelia
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