Dice la psicoanalista Alice Miller: “Las humillaciones, golpes,
bofetadas, traiciones, abusos sexuales, mofas, burlas, desatenciones, son
formas de maltrato, porque dañan la integridad y dignidad de un niño, aunque
sus consecuencias no sean visibles inmediatamente. Como adultos, la mayoría de
los niños maltratados sufrirán. Y peor: permitirán que otros sufran por estos
daños”.
Cuando nos encontramos con ese niño/a que fuimos, y
que vive en nuestro interior, es muy importante tener a nuestro lado a alguien
que nos escuche y que admita que entonces sufrimos maltrato. Si tenemos esa
persona a nuestro lado --una terapeuta, una amiga o alguien de confianza; Alice
Miller las llama “testigos empáticos con conocimiento de causa”-- es también
trascendental que esa persona nos haga sentir que no fuimos culpables ni
responsables por lo que nos hicieron. Esa persona debe ayudarnos a sanar
nuestra infancia y a reconocer que lo que ellos nos hicieron no estuvo bien.
Esa persona no debe sugerirnos ni obligarnos a perdonar lo no perdonable. Mucho
menos nos debe proponer el perdón “en nombre de Dios”. Trabajar las crueldades
sufridas en la niñez, encontrarnos con el niño/a que fuimos, nos puede liberar
de las secuelas de la violencia aguantada en silencio. Y a menudo nos liberará
de depresiones, adicciones o pánicos. Y así lograremos no repetir la historia
con nuestros hijos. Esto contribuirá a hacer mejor y más feliz a la sociedad.
-Fundación Aguas Bravas Nicaragua
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