El periodismo de ficción encontró un filón inesperado el pasado miércoles en el Teatro de la Zarzuela durante la representación de ¡Cómo está Madriz!, (en la foto) una revisión posmoderna del género de la mano de Paco León. La obra, que mezcla números de El año pasado por agua y La Gran Vía, se articula a través de un viaje en el tiempo en que Paco León se traslada desde el presente hasta finales del siglo XIX, justo en la época en que se iniciaba la construcción de la popular calle madrileña. Hay referencias a Bárcenas, a Rato y a Camps, y una crítica descarada a la mala gestión y a la corrupción política que, durante las últimas décadas, ha dejado la capital endeudada hasta las cejas.
La realidad hizo acto de presencia desde uno de los
palcos cuando Gallardón se levantó de su asiento y abandonó ostensiblemente el
espectáculo. Siempre ha sido un melómano exigente pero, más que la música, le
molestó el realismo de la escena. Hay cosas que es mejor dejarlas en segundo
plano, en la oscuridad, en lugar de enseñarlas en público: he ahí la esencia
misma de la obscenidad. El Gürtel, la Púnica, las tarjetas black, el saqueo de
Caja Madrid y el despilfarro olímpico no casan muy bien con los acordes de
Chueca. De un palco surgió el primer grito de protesta y, una vez dada la señal,
la claque de descontentos empezó a silbar y a armar jaleo interrumpiendo el
trabajo de los actores.
Fue, una vez más, una perfecta muestra del respeto
de la derecha española hacia la cultura, tanto que prefieren no arrimarse a
ella ni permitir que se arrime nadie. Es la misma razón por la cual al
presidente Mariano no lo ha visto nadie todavía en un teatro, en una ópera, en
el estreno de una película o con un libro bajo el brazo: nada más popular que
un ejemplar del Marca. Pero por un momento consiguieron que una humilde
zarzuela reivindicativa sonara como La consagración de la primavera el día en
que la abuchearon en París. Más publicidad no le pueden dar. También se
molestaron mucho con una escena donde a un obispo le practica una mamada una
profesional en un burdel, cuando todo el mundo sabe que para eso los
eclesiásticos suelen utilizar niños. Ahí se les fue un poco la mano con la ficción.
-David Torres en “Público”
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