En los últimos meses, demasiados deportistas han
protagonizado las páginas de sucesos sin provocar alarma social. Patadas en
carrera, participación en extorsiones, tráfico de drogas, engaño tributario;
cuando un magma delincuencial así se concentra en el ámbito político, llega la
encuesta del CIS y le dice a los españoles que les preocupa más la corrupción
de los gobernantes que el paro y el terrorismo. Si no fuera un estamento muy
protegido, mimado por los medios de comunicación que exprimen su esencia de
espectáculo y catarsis, los escándalos de la FIFA, la compra de designaciones
olímpicas y mundialistas o el impulso al dopaje en el atletismo ruso habrían
generado una revisión generalizada del estado del deporte profesional. Pero
como además persiste una identificación de negocio deportivo y patria, nadie
quiere arrancar la investigación desde el ojo propio, porque prefiere un país
ciego pero contento y apasionado que esa otra cosa frustrante y deprimente
llamada verdad.
-David Trueba
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