Él recorre
mi piel con la cucharilla del café.
Me ha
vendado los ojos.
Acabo de
contarle mi vida. Es su turno.
Me ha
vendado los ojos para que imagine mejor lo que va a contarme y me ha atado para
que demuestre que creo ciegamente en él, que sé que no es un asesino, que estoy
segura de que no va a hacerme daño.
Pero yo no
lo sé, por eso tiemblo cuando recorre mi cuerpo con un cuchillo y me dice que
es la cucharilla del café.
-Eugenia Rico, su blog aquí
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