Manuel de Falla (en la imagen) era un
católico ferviente, pero no un reaccionario: en su catolicismo había una
calidez de justicia evangélica. Quiso salvar a Lorca de sus verdugos en los
días de la gran cacería humana al principio de la guerra, y acabó zarandeado e
injuriado por los falangistas y los chupatintas del Gobierno Civil de Granada.
Alguien, en medio del tumulto de los taconazos militares y las máquinas de
escribir que copiaban listas de futuros ejecutados, vio a aquel hombrecillo
inoportuno e impecable y preguntó con fastidio quién era. “Uno que dice que
hace música”, le contestó otro de aquellos forajidos.
-Antonio Muñoz Molina
(Dedicado a los andaluces ignorantes que votaron al partido fascista)
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