“El practicante de Taiji, a través de su búsqueda sincera y paciente, así como de su fe en sí mismo y en el método, logra despegarse de las cosas porque poco a poco aprende a percibirse y a hallar sosiego y goce en algo tan sencillo como un movimiento de su cuerpo o en la misma quietud. De esto aprende a ver la necesidad verdadera y a distinguirla de los caprichos del ego disfrazados de necesidad.
Para llegar a percibir algún beneficio de este
tipo, es necesario, sin embargo, pasar por una fase previa, puesto que ella
constituirá la fuerza del cimiento de toda la práctica futura: se trata del
encuentro con el propio cuerpo.
Según los unánimes testimonios de los practicantes
perseverantes, el Taiji tiene la capacidad de transformar cualitativamente la
vida de las personas porque la comunicación que se establece entre mente y
cuerpo, conduce a la inevitable toma de conciencia de los desajustes de la
energía vital y de sus causas.
A veces la angustia que empuja a iniciar el camino
es, pues, una sensación que puede oscilar desde la simple insatisfacción hasta
el verdadero sufrimiento. Pero esto no es malo en sí. Lo malo es perder la
dirección”.
- Marc Boillat de Corgemont, psicoanalista y divulgador
de Taiji
(En la imagen Shifú Chen Xiaowang)
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