martes, 2 de diciembre de 2014

LO SUSCRIBO


Observad su mirada. Es uno de nosotros. Más que un perro se diría que es uno de esos hombres cabales que nunca dicen una palabra más alta que otra hasta que un día ya no pueden más y estallan con un improperio del que inmediatamente después se arrepienten.
La foto circula por las redes, pero debería estar clavada en los árboles de cada barrio de España donde los niños, acompañados por sus padres si son todavía pequeños, aterrorizan a los pobres perros y a los inermes vecinos tirando incontables petardos durante las fiestas.
Observad su mirada. No es un perro, es una persona. La imagen misma de la dignidad. En sus ojos hay un reproche, sí, pero un reproche formulado pacientemente, amablemente, una amonestación expuesta con severidad pero con respeto. El gesto sereno del animal se impone incluso a la contundente procacidad del cartel.
Parece, en fin, un perro sabio que hubiera leído con provecho a Séneca, pero al que los malditos petardos lo hubieran sacado de quicio, de manera que a tomar por culo Séneca y los putos petardos y los niños cabrones que los explotan y los capullos de los papás que les enseñan a explotarlos.
Un periodista amigo de los perros y enemigo de los petardos lo hubiera dicho con menos tacos, pero no más claro.



-Antonio Avendaño en PÚBLICO






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