Cada
domingo, a las nueve de la mañana, un grupo de jóvenes se reúne en la Puerta
del Sol de Madrid con termos de café, leche y bolsas con comida. Se trata de
voluntarios que se dedican a pasear por el centro de la ciudad en busca de
gente que vive en la calle para ofrecerles un desayuno caliente y unos minutos
de compañía. Divididos en grupos de cinco o seis personas, caminan por los
rincones de Lavapiés, Ópera o Gran Vía, donde se esconden cientos de personas
que necesitan atención y miles de historias que merecen ser escuchadas.
Quisiera
expresar la admiración que siento por todos aquellos que participan en
iniciativas de este tipo, ya que este pequeño gesto significa mucho para
aquellos que lo han perdido todo y se ven en riesgo de exclusión social. Con
estos desayunos solidarios consiguen arrancarles una sonrisa, y les animan a
creer que cualquier noche puede salir el sol. Gracias por esa lección de
solidaridad y humanidad.
— Enya
Vázquez Guirao en EL PAÍS
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