Los conocimientos que se buscan, suelen ser un desarrollo
de la propia vida. Añaden, no restan. Aportan datos, memorias y vivencias.
Acumulan.
Los conocimientos que se encuentran, por el contrario, suelen
amputar una parte de ti. Por lo pronto te roban la inocencia. Tu estabas tan
tranquilo feliz de tu ignorancia, cuando, zas, te atrapa una novedad, una
maldita sabiduría a la que no aspirabas. Por lo general, una revelación es eso:
un fogonazo de insoportable esplendor, un rayo de claridad
que te cae encima. Una luz despiadada bajo la que descubres que lo que antes
eran para ti paisajes no son más que decorados, y que has vivido en un teatro
creyendo que era vida; de modo que has de recolocar tu pasado, rescribir de
nuevo tu memoria y perdonarte a ti mismo por tanta estupidez y tan feroz
ceguera.
Para bien o para mal nada sigue igual tras una revelación
como es debido.
-Del libro "La hija del caníbal", de Rosa
Montero
(Gracias Dora)
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