sábado, 15 de marzo de 2014

ME GUSTA


   Chéjov dibuja una serie de personajes marchitados y encogidos por la rutina diaria, por la marcha engañosa de una falsa existencia: figuras de gestos atados, de voluntad paralítica, fluctuante como algas en un estanque.
La monotonía, el fastidio de los hábitos, debilita aun a los más fuertes, como a Astrov en "El tío Vania". Este médico ansioso de belleza se va ahogando, también el, en el fango de la provincia, y sabe ya que la condición normal del hombre es la de ser un extravagante. El pálido curso de los días, el torpor, el aburrimiento, han reducido estas criaturas a figuras vacías, a fantasmas que buscan en vano las razones de su ilusoria existencia.
  
Elena Andréievna, por su parte, está a punto de abandonarse a Astrov, que provoca en ella una llamarada de amor, un anhelo de felicidad, pero enseguida vuelve sobre sus pasos, atemorizada, para regresar a la jaula conyugal, junto al marido semidifunto.


A.M. Ripellino / "SOBRE LITERATURA RUSA"



(En la foto Olga y Antón Chéjov)

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