Dios
mío, qué es eso. Algo se ha movido sobre mí. Siento el aire y la luz cerca después
de tanta oscuridad sólida, inclemente y
pringosa. ¿Hay alguien ahí...? no oigo mi voz aunque he gritado con todas mis
fuerzas. Llevo tanto tiempo en esta postura, si pudiera moverme... pero no siento
el cuerpo. Lo último que recuerdo es la terrible tos tuberculosa del que mandaba el piquete de ejecución, los llantos de mis
compañeros, el fogonazo de los fusiles y un grande dolor en el pecho. Hasta
hoy.
Otra
vez me parece oír voces. Y son de mujer, benditas sean. Una me dio la vida,
otra me dio la felicidad y a mis preciosos hijos. Y ahora, parece que son
mujeres las que me vienen a librar de esta cárcel húmeda y prieta.
Afortunadamente no me han olvidado.
-S.P.
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