jueves, 2 de agosto de 2007

NORMAS


Alma Guillermoprieto, una de las mejores periodistas latinoamericanas, quiso ser bailarina y pasó, con 20 años y en Nueva York, por dos míticas compañías de danza contemporánea: la de Martha Graham y la de Merce Cunningham. De un reportaje que escribió sobre ello está extraído este fragmento.



"...quiero aclarar que un estudio de danza no es una escuela, sino algo mucho más parecido a un taller -de grabado, o, mejor, de alfarería- (yo diría una fragua, lugar en el cual a base de martillear el rojo metal...) donde los artistas van a trabajar con el material de su preferencia. En el caso de la danza, el material es el propio cuerpo, y sin la clase o las clases que toma a diario para forjar y perfeccionar ese material, un bailarín no existe. Toma clases para iniciarse en la danza y para crecer en ella. Si tiene la suerte de ingresar en una compañía establecida, toma la clase diaria de la compañía y ahí va moldeando su cuerpo según las exigencias del coreógrafo. Cuando se retira del escenario, sigue tomando clases -si sus lesiones se lo permiten- hasta el último día de su vida. Para todos los que viven en la danza -coreógrafos, bailarines, administradores-, las clases son la materia prima del oficio: fuente de ingresos, punto de reunión, semillero de bailarines, taller de experimentación para el coreógrafo, alimento creativo y ritual."





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