jueves, 16 de agosto de 2007

CHARLA



Hoy en día, es bastante frecuente, que los hijos adultos permanezcan en casa de sus padres, hasta una edad considerable.
Aunque los motivos pueden variar de un caso a otro, la seguridad y la comodidad que aporta la casa paterna puede ser motivo más que suficiente para no marcharse.
Así, se vive la vida sin riesgos, sin contratiempos, sin apenas responsabilidades y con todos los derechos adquiridos.
A veces, se necesitan tener todas las garantías cubiertas, como pueden ser el dinero suficiente para mantenerse, una casa en propiedad o un buen empleo, olvidándonos de otro tipo de seguridad, que puede llegar a aportar la madurez, como la capacidad de solucionar los propios problemas y la confianza que se necesita tener en sí mismo para abarcar este proyecto.
Normalmente necesitamos tanto la seguridad exterior, que la enmascaramos con mil excusas diferentes.
Esta falta de autoestima despoja al ser de la capacidad para vivir la vida por sí mismo, crecer y realizarse como persona autónoma.
Debemos, si ese es nuestro deseo, tener el valor de experimentar cosas nuevas, evitando la trampa de quedarnos siempre con lo seguro.
A veces, el marcharse puede suponer una liberación porque se considere que el medio en el que convive resulta hostil o simplemente según su opinión, no se tengan en cuenta sus necesidades, pero en realidad, en muchos casos, resulta más cómodo adaptarse a ese malestar o incluso ignorarlo.
A veces el miedo a que las cosas no salgan tan bien como a nosotros nos gustaría, nos frena, es el miedo al fracaso, algo inculcado por la sociedad desde nuestra infancia, que nos limita, así como el miedo a la desaprobación, esta emoción se desencadena cuando se supone que tienes que hacer o actuar de una determinada manera, como los demás esperan de ti, y al hacerlo, te provoca resentimiento, mientras que si no lo haces te crea culpa.
Todo esto está originado por una dependencia emocional, que se remite a la niñez, en la forma en que los padres basaron la educación, con sus esquemas, conceptos y apegos.
Ser padres equivale a inculcarles a los hijos tanto sus derechos como sus obligaciones, a enseñarles a valerse por sí mismos, a ayudarles a adquirir su independencia, a que tengan una buena opinión de sí mismos y a lograr, en definitiva, que se conviertan en seres autosuficientes.



-Revista Saistin, mayo 2001






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