“Freud prefería un buen divorcio a un mal
matrimonio. Puritano encantador, le gustaba a rabiar seducir a las mujeres
por la palabra. Su arte epistolar, que lindaba con lo genial, era tan rico como
limitados eran sus deseos carnales, y su imaginación erótica tan lujuriosa como
pobre su práctica sexual. En el fondo de sí mismo se interrogaba sobre una de
las escisiones más evidentes y conocidas de la vida amorosa: ¿cómo mantener
unidos en el hombre el amor y el deseo?
-E. Roudinesco, psicoanalista
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