viernes, 8 de noviembre de 2013

TOMADO DE INTERNET


Ya se nos fue Portugal una vez. Hace menos tiempo, Cuba. Y como se vaya Cataluña, pues otra vez. Ni derechos dinásticos, ni Constituciones ni leches. Se hace, porque se puede, se desea, y ya está. A la hora de la verdad, el ser humano funciona mediante, primero, lo que cree que pueden hacer, y luego, los hechos. Si los catalanes creen que pueden, lo harán. Si no, pues no.
Si esto es un bluff, petarán. Si no, pues sencillamente ocurrirá. Poner puertas al campo, ni nos va, ni nos viene. Sino observar, y meter baza a nuestro favor. Si el destino de España es acabar como la Italia anterior a Manzzini, pues sea. Si sucede, es porque no supimos convencer. Con la mera fuerza no basta. Hay que ofrecer un proyecto nuevo, una ilusión que haga pensar: "esto no será más lo mismo, no lo haré con las mismas taras que lo anterior. Valdrá la pena que mis nietos lo vean".
Y sobre todo, ejemplo. Para liderar tienes que ser el primero en cumplir lo mismo que impones a los demás.
¿Por qué Alejandro llegó hasta la India? Porque mientras iba por el desierto, y su ejercito apenas tenia agua, y él dijo cuando un soldado le ofreció el último litro del preciado líquido en su casco: "Demasiado para uno solo, demasiado poco para todos". Y derramó ese preciado líquido. ¿Arrogancia? O quizás un intuitivo conocimiento del liderazgo, de la "koinonía", el compañerismo con el que sufre y persevera en pos de un fin que ese líder comparte.
Es poco probable que los gobernantes modernos den importancia a esos detalles, pero no es algo descabellado, existen: Nelson Mandela es un buen ejemplo de lo que llamaríamos liderazgo ejemplarizante.
Si surgiera un liderazgo semejante, ahora ¿sería escuchado? ¿Demostraría, e insuflaría a los demás esos dones? ¿A donde querría llegar, o llevarnos? ¿Nos ofrecería un proyecto? Todo esto es mera especulación, pero si el ser humano es capaz de perderse elucubrando su propia fantasía, también lo es de dominarse a sí mismo, y así dominar el mundo que vive.
La primera regla para transformar el mundo en que vives, es transformarte a ti mismo primero, y después lo demás.
Yo como Nietzsche, báquico y apolíneo, todo a una vez: Que la fuente de la Fortuna favorezca a clarividentes y esforzados, aquellos que creen en sí mismos y no se resignan al curso de la corriente que orientan otros. Si inspiran a los demás a mejorar su mundo, mejor que mejor. Mejor no caer en lo ya decían los viejos latinos: Habeo quem fugiam, quem sequar non habeo (”Sé de quién tengo que huir, pero no sé a quién debo seguir"). Aunque ya sería algo si nos pusiésemos de acuerdo en qué, precisamente.
Et vale.








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1 comentario:

El jardinero dijo...

Gracias por tus comentarios, creciente Luna.