Ya se nos fue Portugal una vez. Hace menos tiempo, Cuba.
Y como se vaya Cataluña, pues otra vez. Ni derechos dinásticos, ni
Constituciones ni leches. Se hace, porque se puede, se desea, y ya está. A la
hora de la verdad, el ser humano funciona mediante, primero, lo que cree que
pueden hacer, y luego, los hechos. Si los catalanes creen que pueden, lo harán.
Si no, pues no.
Si esto es un bluff, petarán. Si no, pues sencillamente
ocurrirá. Poner puertas al campo, ni nos va, ni nos viene. Sino observar, y
meter baza a nuestro favor. Si el destino de España es acabar como la Italia
anterior a Manzzini, pues sea. Si sucede, es porque no supimos convencer. Con
la mera fuerza no basta. Hay que ofrecer un proyecto nuevo, una ilusión que
haga pensar: "esto no será más lo mismo, no lo haré con las mismas taras
que lo anterior. Valdrá la pena que mis nietos lo vean".
Y sobre todo, ejemplo. Para liderar tienes que ser el
primero en cumplir lo mismo que impones a los demás.
¿Por qué Alejandro llegó hasta la India? Porque mientras
iba por el desierto, y su ejercito apenas tenia agua, y él dijo cuando un
soldado le ofreció el último litro del preciado líquido en su casco:
"Demasiado para uno solo, demasiado poco para todos". Y derramó ese
preciado líquido. ¿Arrogancia? O quizás un intuitivo conocimiento del
liderazgo, de la "koinonía", el compañerismo con el que sufre y persevera
en pos de un fin que ese líder comparte.
Es poco probable que los gobernantes modernos den
importancia a esos detalles, pero no es algo descabellado, existen: Nelson
Mandela es un buen ejemplo de lo que llamaríamos liderazgo ejemplarizante.
Si surgiera un liderazgo semejante, ahora ¿sería
escuchado? ¿Demostraría, e insuflaría a los demás esos dones? ¿A donde querría
llegar, o llevarnos? ¿Nos ofrecería un proyecto? Todo esto es mera
especulación, pero si el ser humano es capaz de perderse elucubrando su propia
fantasía, también lo es de dominarse a sí mismo, y así dominar el mundo que
vive.
La primera regla para transformar el mundo en que vives,
es transformarte a ti mismo primero, y después lo demás.
Yo como Nietzsche, báquico y apolíneo, todo a una vez:
Que la fuente de la Fortuna favorezca a clarividentes y esforzados, aquellos
que creen en sí mismos y no se resignan al curso de la corriente que orientan
otros. Si inspiran a los demás a mejorar su mundo, mejor que mejor. Mejor no
caer en lo ya decían los viejos latinos: Habeo quem fugiam, quem sequar non
habeo (”Sé de quién tengo que huir, pero no sé a quién debo seguir").
Aunque ya sería algo si nos pusiésemos de acuerdo en qué, precisamente.
Et vale.
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1 comentario:
Gracias por tus comentarios, creciente Luna.
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