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Los romanos ligaron el poder al sexo oral, creando roles dominantes y sumisos. Aunque el cunnilingus se consideraba una práctica sucia, gracias a algunas pintadas hechas en los baños públicos y a palabras talladas en las paredes, se sabe que algunos prostitutos masculinos esperaban en las esquinas de estos baños a mujeres que solicitaran sus servicios.
Practicar una felación o un cunnilingus, ya fuera un hombre o una mujer el ejecutor, lo convertía en culpable. Según la jerarquía romana de la degradación sexual, un hombre sospechoso de haber estimulado oralmente a una mujer se rebajaba más que uno que fuera penetrado por otro hombre. Se le imponía el estatus legal de infame, al mismo nivel que prostitutas, gladiadores y actores, lo cual le impedía votar y representarse a sí mismo ante un tribunal.
-Wikipedia
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