A una florecilla hay que besarla
luchando con sus labios
erizándole el vello
mordiendo campanillas
con ritmos brasileños
una y otra vez,
paciente, enhiesto, suave,
besarla hasta que ría
y sea de contento
y un rastro de saliva
bautice con su aroma
esos muslos que nos iban a ahogar.
-Íñigo G. Ureta
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