“La idea de la muerte halló a menudo el favor de
los filósofos, tal vez por parecerles un asunto apropiado para colmar su afán de
ser trascendentales; los poetas, por su parte, la frecuentan como un comodín
siempre a mano –como esos restos tan socorridos para la noche en que no hay nada
que cenar- para servir de espejo en que cebar su nunca satisfecho narcisismo; a
los hombres comunes y sencillos lo único que les preocupa de la muerte es no
perder la compostura”.
-Rafael Sánchez Ferlosio
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