“La señora Boldogfalvi,
cuando quería mucho a alguien lo llamaba “mi señor” mientras hacían el amor. El
señor mío era a veces rubio, a veces moreno. No obstante los hombres, por mucho
que envejecieran, nunca se revelaban el uno al otro esa costumbre de la señora
Boldogfalvi, por eso la mayoría de ellos estaban convencidos de ser los
primeros en recibir tan honroso trato. Lo cierto era, sin embargo, que había
numerosos señores míos deambulando por Hungría”.
- Gyula Krúdy
(1878-1933)
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