jueves, 17 de noviembre de 2016

PARA FUTUROS MAESTROS / AS




“En el tantra del camino, cultivamos una actitud de riqueza y generosidad que ve la confusión y el dolor como fuentes de inspiración y recursos de gran valor. Reconocemos además que somos personas inteligentes y valientes que pueden asumir su soledad fundamental. Estamos dispuestos a someternos a una especie de operación sin anestesia, a exponernos, a desenmascararnos y abrirnos más y más y más. Estamos dispuestos a estar completamente solos, aceptamos ser personas solitarias que renuncian a la compañía de su propia sombra, del comentarista interior que nos persigue y observa las veinticuatro horas del día, del observador. Si renunciamos al observador, desaparece la razón de nuestra supervivencia, quedando sin motivos para seguir adelante. Abandonamos la esperanza de sujetarnos a algo. Éste es un paso muy grande hacia el verdadero ascetismo. Debemos renunciar tanto al que pregunta como al que responde, renunciar al espíritu discursivo, el mecanismo de control que nos dice si vamos bien o mal. 

(…) El turista ocasional que viene a visitar estas soledades tendrá una visión muy romántica de estas, pero nadie quiere vivir realmente en medio de tanta desolación. No es nada entretenido, es más bien terrible y aterrador.

Sin embargo es posible hacerse amigo de la desolación y apreciar su belleza. Grandes sabios como Milarepa (maestro, poeta y místico tibetano del siglo XII) mantienen un noviazgo con la desolación, se casan con el desamparo, la soledad psicológica fundamental. No necesitan diversiones físicas o distracciones. La soledad se convierte en compañera, en consorte espiritual; es parte de su ser. Donde quiera que vayan, hagan lo que hagan, están solos (…) Esa soledad es libertad, es libertad fundamental (…) porque la soledad incita a la acción compasiva en todas las circunstancias de la vida”.



- Chögyam Trungpa









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