Pedro Sánchez acudió a una entrevista de trabajo en
el programa de Jordi Évole y cometió un error garrafal: hablar mal de sus
antiguos jefes. Que si César Alierta, que si Telefónica, que si El País, que si
el sector financiero, que si Felipe González. Echó pestes de casi todo el mundo
excepto de sí mismo: el tipo que fue consejero en Caja Madrid en la época negra
de Miguel Blesa, el que firmó un pacto con Albert Rivera tras las primeras
elecciones a ver si lograban dar la vuelta a la esquina. En el currículum que
entregó había un montón de páginas en blanco, unas cuantas tachaduras, varias
líneas borradas con típex y una única profesión: mártir.
El problema es que ni siquiera se trata de un
mártir por vocación sino de chiripa, que es como suelen ocurrir las cosas en el
PSOE. Allí los atropellos se suceden uno detrás de otro (Almunia, Borrell,
Zapatero, Rubalcaba) y casi siempre terminan en el sillón de consejero de una
gran empresa. Con Pedro Sánchez, sin embargo, se les fue un poco la mano:
pusieron en marcha la consigna clásica de la mafia (“que parezca un accidente”)
y ahora el partido entero parece un choque de trenes.
-David Torres en PÚBLICO
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