Hillary Clinton, desde su
posición de la primera dama, senadora y la secretaria de Estado ha defendido un
sistema capitalista neoliberal exacerbado, racista e imperialista. Los recortes
sociales que Hillary ha apoyado, han dejado, desde el 1995, al 70% de familias
pobres con hijos sin cobertura. Mientras, ella se ha dedicado al lucro personal
y a respaldar y organizar la matanza de cientos de miles de mujeres y hombres
de otras naciones en sus guerras contra Irak, Afganistán, Pakistán, Yugoslavia,
Yemen, Libia, y Siria; ha aplaudido el Pogromo palestino por Israel, ha armado
a Talibanes y a los decapitadores y violadores del Estado islámico; ha
patrocinado golpes de estado como el de Honduras (que ha asesinado a cientos de
personas, entre ellas a Berta Cáceres, la activista indígena que antes de morir
a balazos en el pasado marzo señalaba el papel de Clinton en el golpe del
2009). Hillary tiene más esqueletos en su armario que los estudiantes
británicos de medicina del siglo XIX. Como secretaria de Estado podría haber
aprendido algo de la ministra sueca Margot Wallström, la promotora de la
Política Exterior Feminista, quien reconoció el Estado Palestino, suspendió la
venta de armas a los jeques saudíes, y propuso abolir los modelos sexistas de
dominación entre los Estados, incluyendo a las mujeres en los procesos de paz.
Clinton, con una
fortuna de al menos 32 millones de dólares se ha opuesto a la subida del
salario mínimo de los trabajadores temporales de 12 dólares a 15 dólares la
hora. Ellos que en su gran mayoría son mujeres con hijos, tampoco reciben
seguro de desempleo. En su campaña electoral, la ambiciosa aristócrata ha
invertido 413,7 millones de dólares, de los que 40 millones le ha sido regalado
por Arabia saudí, el régimen más misógino del planeta.
-Nanzanin Armanian en Público
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