lunes, 27 de enero de 2014

COMPRENDER Y ACEPTAR


Una mujer de hoy que proclame: “Mi cuerpo me pertenece”, se hace ilusiones en la mayoría de los casos. No porque su cuerpo haya dejado de pertenecerle a él –al macho opresor- le pertenece ya a ella forzosamente. Decir “mi cuerpo me pertenece” supone que, a través de la toma de conciencia de ese cuerpo, la mujer haya tomado posesión de él. Para que su cuerpo le pertenezca, tiene que conocer sus deseos y sus posibilidades y atreverse a vivirlos. Únicamente cuando una mujer se vive a sí misma (igual que un hombre, por lo demás) se niega a ser vivida por otros.

Cuando una mujer de hoy se cree frígida, abandona a veces al compañero al que juzga como causa de su insatisfacción y reclama lo que se complace en llamar libertad sexual. Entonces busca, o bien a otros hombres más sensibles o más imaginativos, o bien a otras mujeres, creyendo que, a través de ellos, logrará descubrir su cuerpo, el verdadero.
A veces el cambio resulta eficaz. En efecto era el otro el que le impedía revelarse a sí misma. Pero eso ocurre raramente. Lo normal es que se encuentre, antes o después, frente al mismo problema. Sigue sin vivir su vida porque sigue sin vivir su cuerpo. No ha elegido a sus nuevas parejas con total libertad y en función de sus nuevos gustos. No sabe lo que le gusta; lo único cierto es que no le gusta su cuerpo. Insatisfecha y sin saber donde se encuentra la satisfacción, se cree “estrujada” pero no se da cuenta de que ella es su propio verdugo.

Sólo cuando una persona se conoce profundamente y se niega a ser “manipulada” descubre al otro y trata al fin de conocerlo.



-Thérèse Bertherat






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