martes, 10 de septiembre de 2013

MEJOR ESTO...



Cada vez tiene menos interés ser hombre. Es esta una institución decadente y fatigada. Atestada de fundamentos razonables, de honrosos sentidos del deber y abrumadoras empresas de coraje. Toda la nueva aventura está arracimada en el pecho de la mujer, en su goce sin pronostico, en la incertidumbre de su cuerpo exento que no tiene dirección ni aforo (..).
En verdad, todo lo que puede hacer de misterioso un hombre se encuentra cada vez más conectado a su fatal relumbre de femineidad. La mujer no es ya el otro sexo manso y simétrico en un escenario acabado. La mujer es la dinámica del sexo y sus aberturas. La interminable oportunidad del secreto y el conocimiento.
Ignorada, trasportada como un animal sin lenguaje, la mujer ha sido conducida hacia el mayorazgo y el amaestramiento. La madre, la esposa o la amante, tratadas por los procedimientos de la estabulación o la selvicultura, se han convertido para el hombre en una ordenada y benévola réplica de sí mismo. Seres acondicionados. Bastaría atender sin embargo a esos, quizás breves pero significativos, desplantes de las hembras; bastaría mirar una vez de frente a esos ojos que nos desafían, para adivinar la extrema memoria que ese animal, supuestamente igual y apacible, guarda todavía de su diferencia.

¿Qué cosa es el valor de una mujer, el placer de una mujer? ¿De qué modo se burla de nosotros o quiere poseernos? ¿De qué manera se posee en un arrogante deleite que nos excluye?

Mujeres y su caliente imperio de silencio. Ese designio femenino, tan sabio e incalculable que hace a los hombres ridículos escolares de este mundo. Mediocres héroes que correrían a cambiar sus gravosas y enhiestas banderas por la ambiciosa aventura de ser mujer.




-Vicente Verdú  









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3 comentarios:

Isolda Wagner dijo...

Vicente Verdú me encanta, pero hoy no le hago mucho caso. Tiene parte de razón, desde su óptica, no toda.
Expira el tiempo de acomodo a esta mal llamada "igualdad". Este tránsito ha servido para que muchos de vosotros hayáis deseado ser mujer, aun por un instante y eso no os hace "mediocres héroes" como apunta Verdú. Nosotras también quisimos ser hombres. Y aquí seguimos alimentado los sueños del contrario.
Un beso, Jardinero.

El jardinero dijo...

¡Qué bueno tu comentario! Quiero añadir que este artículo de Verdú es de finales de los ochenta. El papel de periódico del recorte ha ido virando a un amarillento furioso y reseco que habla en segunda voz de cuando se pergueñó el fragmento.

Gracias.

Isolda Wagner dijo...

Mejor me lo pones, querido.
Un beso.