domingo, 12 de mayo de 2013

SUSAN SANTOS



Anoche tuve la suerte de poder verte con tu grupo en la sala Cambayá de Antequera. Tan seria, tan concentrada desde antes de la actuación, pasabas cerca de mí y no me atrevía a hablarte, pero cuando habló tu guitarra me subiste al cielo. Qué profesionalidad, qué brillantez en tus riff y punteos, creo que no detecté ni una nota rota en el conjuro musical con el que nos pusiste en órbita a todos. Nunca había visto a la gente de esta pequeña sala tan motivada, con esa familiaridad entre desconocidos que se crea cuando se comparte un momento mágico. Todos girábamos en torno a ti, a tus ágiles dedos, a los sonidos que le exigías a tus guitarras, dócilmente sometidas a tu inspiración, a tu autoridad de zurda virtuosa y sublime. Aromas del Dios Clapton, de Benson, del monarca albino Winter entre otros, se cruzaron en la noche primaveral antequerana contigo como sacerdotisa suprema, poseedora del secreto que pellizca el corazón de quien te oye, del milenario ritual de la música interpretada con el alma que se refugia en la intimidad del alma de los que escuchan. 
Gracias por todo ello, querida y admirada SS.


-S. P.





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