El jueves la vi por última vez. Terminada la clase hablamos durante un buen rato en los aparcamientos. Yo notaba la química del enamoramiento, esa embriaguez creciente y antigua como la orilla del mar, apoderarse de mi cerebro. Sabía con exactitud que si ella chasqueaba los dedos en aquel momento yo caería rodilla en tierra ebrio de endorfinas y le diría, en medio de una taquicardia ingobernable, que mi corazón no sabía latir si ella no estaba cerca.
-S.P.
--------------------------
No hay comentarios:
Publicar un comentario