domingo, 28 de octubre de 2007

A SIMPLE VISTA


La piel está impregnada de gris frío. Los puños deformados por el brutal entrenamiento hablan de su tormento interior. Las puertas de su alma, sus ojos, vigilan desde el otro lado del mar de contundente violencia que son sus brazos. La musculatura facial es un monumento al miedo (al suyo y al que inspira). Su túnica naranja justifica collares y pulseras, aditamentos femeninos por excelencia, y establece su exótico pedigrí de monje errante.







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