lunes, 17 de septiembre de 2007

LO VEO DESDE AQUÍ


En India llaman satsang al aprender a través de la presencia. De la presencia del maestro, naturalmente. Llevo alrededor de tres décadas con esto de las artes marciales, los últimos diez años enseñando, y debo confesar que cuando en la tercera o cuarta clase me pregunta el alumno si hay libros o videos de Taiji para ayudarse con ellos ya sé que esa persona está preparando su salida inmediata de la práctica. Suelen tener alergia a la base del aprendizaje de un arte: la repetición. No confían en que a medio-largo plazo nazca en ellos, y de ellos, la belleza y la armonía; en su engreimiento creen que con el atajo de la lectura enseñarán a su cuerpo y a sus músculos a expresarse más rápidamente.
El satsang aporta la experiencia inigualable del contacto con la persona que nos enseña, que tiene la llave de nuestras dudas y estar cerca es una sutil hemorragia de placer (si se tiene suerte y es de verdad un profesional y no uno de los sucedaneos que abundan hoy dirigiendo clases).

De manera que mal presagio es pedir el postre antes de comer.



Foto: Zhong Yun Long, maestro de Taiji en Wudang.





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