miércoles, 18 de mayo de 2022

LAS COSITAS DE LA LENGUA

 


   “La denuncia certera de las discriminaciones en la sociedad y en su lenguaje —que las hay, y muchas y terribles— ha llevado a conformar un sesgo que las encuentra cuando no existen. La palabra latina homo (distíngase de la griega de idéntica grafía en español y que significa “igual”) no se correspondía con nuestro ambivalente “hombre”, sino con “persona”. Porque “hombre” (en su significado por oposición a “mujer”) se decía vir (de ahí “virilidad”, por ejemplo); de modo que bajo el paraguas de homo se repartían los sexos y los géneros de vir y mulier. Eso mismo pasaba en griego con anthropos, aner-andrós y gyné, lo cual nos permite distinguir ahora por ejemplo entre “antropología” (ciencia que analiza la evolución humana), “ginecología” (el estudio de los órganos femeninos) y “andrógeno” (hormona que produce rasgos masculinos).

A veces, el sesgo que atribuye a la lengua culpas que no son suyas impide ver algunos de sus recursos. Es el mismo sesgo que interpreta “homosexual” como referido al sexo masculino (ahí dentro sí está el homo griego, que equivale a “igual”: homogéneo, homónimo…) o que propone “monomarental” porque ve en “monoparental” una traza de “padre” (cuando viene de “parir”), o que critica que la expresión “menudo coñazo” sea negativa frente a la positiva “es la polla” (que no guarda relación con el órgano sexual sino con una apuesta exitosa en los antiguos juegos de naipes).

Ahondar en el conocimiento para relativizar nuestros sesgos facilitaría la convivencia, porque ser consciente del sesgo propio ayuda a considerar los razonamientos ajenos. El peor sesgo consiste en creer que uno no los tiene”.


-Alex Grijelmo en EL PAÍS

 

 

--------------------------------------------------


No hay comentarios: