“El mundo producido
por los medios de comunicación de masas es una esfera pública solo en
apariencia”. En la medioscracia, también la política se somete a la lógica de
los medios de masas. La diversión determina la transmisión de los contenidos
políticos y socava la racionalidad. En su obra Divertirse hasta morir, Neil
Postman, teórico estadounidense de los medios de comunicación, muestra de qué
manera el infoentretenimiento conduce al declive del juicio humano y sume a la
democracia en una crisis. La democracia se convierte en telecracia. El
entretenimiento es el mandamiento supremo, al que también se somete la
política: “El esfuerzo del conocimiento y la percepción se sustituye por el
negocio de la distracción. La consecuencia es una rápida decadencia del juicio
humano. Hay una amenaza inequívoca en ella: hace al público inmaduro o lo
mantiene en la inmadurez. Y toca la base social de la democracia. Nos
divertimos hasta morir”.
La distinción entre
ficción y realidad se torna difusa. (...)
-Byung-chul Han,
filósofo
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