Contemporáneo de la Revolución Francesa, Chateaubriand
justificaba la ansiedad epistolar sólo en el caso de la correspondencia amorosa:
“Al principio las cartas son largas, ardientes,
múltiples; el día no basta; escribimos a la puesta del sol; trazamos algunas
palabras al claro de luna, confiando a sus rayos castos, silenciosos, discretos
la tarea de cubrir con su pudor mil deseos. Nos hemos despedido al amanecer, al
amanecer buscamos las primeras luces para escribir lo que creemos haber olvidado
decir”.
-Alberto Manguel
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