Hablamos de alta sensibilidad cuando una persona
posee un sistema neurosensorial más fino, más desarrollado que la mayoría de la
gente. Como consecuencia de ello, la persona altamente sensible recibe en
proporción mucha más información sensorial simultánea que alguien con una
sensibilidad media. Esto, en muchos casos, puede derivar en un bloqueo, estrés
y, en último término, dar lugar a una enfermedad. Kathrin Sohnst (en la imagen) también aporta en su libro una lista de valores asociados a la alta sensibilidad, en general relacionados
con el respeto, la creatividad, la fuerte adhesión a valores de justicia o la
empatía. Por otro lado, también lista los problemas que suelen sufrir los
altamente sensibles: demasiada preocupación por las críticas, perfeccionismo,
idealismo e irrealidad, duda acerca de uno mismo, desconfianza, vulnerabilidad
(como sentimiento y como realidad ante abundancia de estímulos o descontrol),
tendencia al escapismo y dificultades en las relaciones.
- Librotea / EL PAÍS
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