miércoles, 22 de febrero de 2017

LA ÚLTIMA FLOR




  Idolatrada y fugaz esposa: quiero hacer patente mi agradecimiento a la Vida por haber podido besar tu experimentada boca, habitar tu cuerpo mestizo y paladear todas las galaxias perfumadas de tu piel, mientras gozaba del intenso y breve aletear de tu morboso deseo.

Puedo comprender que encontrases un refugio a edad muy temprana en el estímulo porfiado de la insaciable perlita rosada, pero tomar la entrepierna y sus laberintos como eje de la vida tiene, la mayoría de las veces, un incómodo coste. De hecho, imposturas, miedos y silencios propiciaron el desahucio que me llevó desde el cobijo de tu tronado corazón, a la intemperie de la libertad.

Ay, resabiado tulipán, mucho me temo que has sido el último regalo con tu soberbio tipo que recibiré ya de la vida. A toro pasado, doy por buenos los demoledores meses posteriores de duelo solitario tras desenmascararte. Finalmente, la llaga producida por la dura enseñanza ha quedado cerrada, cicatrizada y con tu nombre inscrito para siempre en el manantial oculto de mis inagotables e indefensos impulsos afectivos.

Entre las cenizas, tibias todavía, de tantos recuerdos, quedan restos de preocupación: puede que al haber oído “te adoro” tantas veces de mi boca, tus oídos muestren cierto desasosiego matinal. O puede que tu piel -sal de los mares del norte, fragancias de musgo gallego con añejos aromas de lujuria- haya perdido alguno de sus sabrosos matices después de los dóciles diluvios de besos y caricias con los que, reiteradamente, cubría yo tu amado cuerpo. 

Hay quien llama amor a este delicioso y alucinado arco iris entre dos almas, y deslealtad a la carcoma que lo roe y lo destruye.

Adiós remota ilusión. Ojalá pudiera terminar diciendo que ya no quema tu memoria.



- S.P.





(En la foto el bobo estepario en su celda)

------------------------------------------------------

No hay comentarios: